Contaminantes emergentes en el agua y los alimentos
Por Emiliano Ferrari, Investigación y Desarrollo, Fluence Corporation Sudamérica
COntaminantes emergentes
La actividad y el desarrollo humano trae consigo contaminación. Eso lo sabemos todos. El problema es que a veces no nos enteramos que estamos contaminando, porque no lo vemos, o no conocemos el impacto total.
Este es el caso de los contaminantes de preocupación emergente, o también llamados contaminantes emergentes (CPE), que incluyen algunas familias de compuestos que en las últimas décadas han venido preocupando a la comunidad científica.
Los CPE son sustancias químicas que hasta hace poco tiempo no se tenían en el radar como perjudiciales y que, a pesar de ser liberadas al medio ambiente en bajas cantidades, generan un impacto negativo en el ambiente y en nuestra salud. Algunos ejemplos de CPE son: microplásticos, PFAS (sustancias poli y per-fluoro alquiladas) e incluso antibióticos y productos de higiene personal.
Debido a su uso extensivo, estos contaminantes acaban en nuestros cursos de agua, llegando desde ríos a océanos, e incluso lugares tan remotos como la Antártida y los Pirineos. Animales marinos y aves confunden microplásticos, con su comida, quedando atascados en sus órganos, pudiendo causarles severos daños. Pero el problema de los microplásticos no se basa solo en su mera presencia, sino que estos actúan como esponjas al absorber sustancias tóxicas, que luego pueden dañar a quienes los ingieren.
Por otro lado, las sustancias poli y perfluoro alquiladas (PFAS) son más de 4 mil compuestos con diversos usos, como en utensilios de cocina, alfombras y espumas contra incendios. Está demostrado que dos de estos compuestos (PFOS y PFOA) son cancerígenos y pueden generar daños en el hígado, entre otras enfermedades. Son llamadas sustancias “para siempre” porque se acumulan en nuestro cuerpo y el medio ambiente y nunca se degradan.
Como dice el refrán, “la naturaleza te devuelve lo que no le pertenece”, y exactamente esto es lo que está sucediendo con los CPE. Un estudio llevado a cabo por el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA), de España, demostró la presencia de bisfenol A (BPA), microplásticos, y otros contaminantes en diversos granos.
Si bien el BPA es una sustancia muy conocida por su potencial como disruptor endócrino, y a pesar de haberse disminuido su producción, sus sustitutos podrían no ser tan inofensivos como pensábamos. Un estudio realizado por la Universidad de Washington sugiere que estos sustitutos pueden tener efectos en ratones similares a aquellos producidos por el BPA. El bisfenol F, una sustancia que surgió para sustituir al BPA, también fue encontrado en granos de arroz, cebada, trigo y centeno. Algo similar pasa con PFOS y PFOA, sustancias que dejaron de ser producidas en 2006, pero nos topamos con dos problemas: el primero es que, al persistir en el medio ambiente, todas las moléculas de PFAS que fueron formadas desde su invención siguen existiendo. El segundo problema es que, al igual que el BPA, los PFAS fueron reemplazados por otros compuestos parecidos que aún no fueron estudiados. Esto quiere decir que también podrían ser nocivos, solo que, como nunca nos preocupamos por sus potenciales daños a la salud, todavía no sabemos si lo son.
Al ser ingeridos por la fauna marina, los microplásticos avanzan en la cadena alimenticia hasta llegar a nuestros platos de comida. Otra vía de ingreso muy importante es el agua: se han hallado microplásticos en muchas de las marcas de agua embotellada más reconocidas a nivel mundial. Por otro lado, un estudio reciente realizado por las Escuelas de Ingeniería y Química del Trinity College de Dublín descubrió que, al calentarse, los biberones liberan millones de micropartículas de plástico, que van a directamente al organismo de los bebés.
Los antibióticos también son considerados contaminantes emergentes.
Esto es así porque no son digeridos completamente por nuestro organismo cuando los consumimos, y una parte de ellos es expulsada en la orina, acabando en ríos y, consecuentemente, en océanos. Las bacterias presentes en el medio ambiente, al entrar en contacto con bajas cantidades de antibióticos, desarrollan una resistencia a ellos: pasan a ser “superbacterias”. Si no cambiamos nada, según la Organización Mundial para la Salud (OMS), para el año 2050 van a morir 10 millones de personas por año a causa de las bacterias resistentes a antibióticos.
Entonces, ¿qué debemos hacer? Lo ideal sería dejar de producir CPE para evitar su descarga al ambiente y, así, minimizar la ingesta de dichos compuestos. Pero para esto debemos cambiar radicalmente nuestra forma de vivir, y es un esfuerzo tan grande que sabemos que no lo vamos a poder lograr de la noche a la mañana.
Una forma de comenzar a combatir esto es mediante el reúso de efluentes, ya que una vía muy importante de entrada de contaminantes a nuestro organismo es mediante la ingesta de agua. En países como Singapur y Estados Unidos, los efluentes son tratados con tecnologías capaces de eliminar todo tipo de contaminante, para luego ser utilizados como agua potable.
Lamentablemente, en Argentina no estamos acostumbrados a tomar agua obtenida a partir de aguas residuales, pero sabemos que la tecnología existe. Debemos generar conciencia para que, ojalá, algún día pronto podamos llevar a cabo el reúso de efluentes en nuestro país y que continúe el desarrollo humano de forma sostenible.