El café en riesgo por la crisis climática: ¿crecerá en Argentina?
El pronóstico para la bebida que millones toman a diario no es bueno: en el mejor de los casos, con un escenario moderado de cambio climático, hacia 2050 se podría perder la mitad de las mejores tierras cafetaleras y Brasil, el mayor productor global, verá reducidas sus tierras de cultivo en un 79 %. El café puede volverse más caro y escaso. Pero no todo está perdido: junto a estrategias de adaptación, la emergencia climática puede hacer aparecer otras áreas cultivables, por ejemplo, en Argentina.
Científicos de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Zurich, en Suiza, analizaron el impacto de la crisis climática en el café, las castañas y las paltas, cultivos tropicales que además contribuyen al sustento de pequeños productores a nivel mundial. De los tres, el café es más susceptible a las altas temperaturas y las modificaciones en el pH del suelo. Pero también se destaca porque su comercio gana por lejos al de los otros cultivos: según el cálculo del sitio Statista, los ingresos en 2022 se proyectan en USD 460 004 millones, y la mayor parte son en Estados Unidos.
EL CAFÉ ARÁBIGA ES ALTAMENTE SENSIBLE A LA CRISIS CLIMÁTICA
Los especialistas no dudan: los cambios en la temperatura global, así como las sequías más intensas y prolongadas, van a afectar en gran medida las tierras cultivables. El café arábiga, la principal especie cultivada a nivel mundial, es altamente sensible a la crisis climática. Según los investigadores suizos, el futuro no luce bien para esta variedad: habrá un impacto negativo en la aptitud de las tierras cultivables, una reducción en la “idoneidad” de las condiciones climáticas y la calidad de los suelos que permiten su cultivo en países como Brasil, Vietnam, Indonesia y Colombia. “A nivel mundial, la idoneidad actual general más alta para el café se encuentra en América Central y del Sur (especialmente Brasil), en África Central y Occidental, y en partes del sur y sudeste de Asia”, detallan.
Aunque los principales productores tienen condiciones agroclimáticas diversas, se estima que la mayoría sentirá el impacto. En el centro y sur de Vietnam, por ejemplo, el cultivo se ve limitado por las altas temperaturas anuales, mientras que en el sur y en las montañas del norte el factor limitante son las temperaturas mínimas del mes más frío. En el centro y noreste de Vietnam es la alta precipitación anual. En tanto, el bajo pH del suelo es el factor limitante en América del Sur (cuenca del Amazonas), África Central (cuenca del Congo) y Sudeste Asiático (Sumatra, Malasia, Borneo y Nueva Guinea).
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Para los científicos, el modelado biofísico global sobre la idoneidad actual y futura, basado en las proyecciones climáticas, es esencial para tomar decisiones y prevenir la escasez y el aumento del precio de este producto, que en diciembre pasado se disparó por la sequía en Brasil y las inundaciones en Colombia. Pero no todo es sombrío: mientras algunas áreas de cultivo desaparecerán por los cambios en la temperatura y el suelo, aparecerán unas pocas nuevas, incluida Argentina.
ENFOQUE EN LA ADAPTACIÓN A NUEVOS ESCENARIOS CLIMÁTICOS
El cultivo de café en nuestro país no es una novedad, pero actualmente está concentrado únicamente en las yungas de Salta. Eso puede cambiar como resultado de la reconfiguración climática. Por el aumento de las temperaturas mínimas del mes más frío o la presencia de elevaciones y latitudes más altas, los límites norte y sur de las áreas de cultivo podrían verse beneficiados, como en el sur de Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, EE. UU., África Oriental, Sudáfrica, China, India y Nueva Zelanda.
Las recomendaciones de los
especialistas se enfocan en la adaptación a este nuevo escenario climático. En
el caso del café, una opción puede ser el reemplazo de la variedad arábiga por
la robusta en ciertas regiones o la instalación de la producción en altitudes y
latitudes más altas, cambios que demandarán el compromiso de los propietarios de
tierras y productores con prácticas sostenibles. Sin embargo, los científicos
advierten que para ello “se requieren políticas y estrategias para garantizar
que los cambios en los lugares de producción no generen impactos ambientales
negativos, como la deforestación, la pérdida de biodiversidad o los servicios
de los ecosistemas”.