Este viernes 5 de junio, en vísperas del Dia Mundial del Ambiente, Netflix estrena Breaking Boundaries (Rompiendo límites), el nuevo documental de Jon Clay (David Attenborough: Una vida en nuestro planeta, Nature) dedicado a explorar los límites ecológicos del planeta y que cuenta otra vez con la participación protagónica del legendario David Attenborough (Our Planet), más la participación especial del científico ambiental Johan Rockström, exdirector ejecutivo del Centro de Resiliencia de Estocolmo.
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“Breaking Boundaries: The
Science of Our Planet” es un documental centrado en los nueve umbrales
planetarios, delineados por el científico sueco y profesor de ciencias
ambientales Johan Rockstrom, que, si se superan, la vida en la Tierra ya no sería
sostenible. Entre estos límites encontramos el cambio climático, la pérdida de
biodiversidad, el ciclo global del agua y la acidificación de los océanos,
entre otros.
El documental rebosa de una
visión científica sombría, por sus urgentes advertencias, aunque su estilo es delicado
y elaborado. Además, presenta una variedad de figuras reconocidas para explicar
temas como la historia del Antropoceno y la importancia de la biosfera, con
énfasis en los peligros que enfrenta nuestro planeta más allá del calentamiento
global.
Los especialistas que
participan en Breaking Boundaries son Jason Box, del Estudio Geológico de
Dinamarca y Groenlandia (GEUS), Ricarda Winkelmann, del Instituto Potsdam para
la Investigación del Impacto Climático (PIK), Anne Larigaudie, del Plataforma
Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) y
Veerabhadran Ramanathan, del Instituto de Oceanografía Scripps de la
Universidad de California, entre otros.
LOS NUEVE LÍMITES ECOLÓGICOS DEL PLANETA
En 2007, una investigación
comenzó “a identificar cuáles de los procesos de la Tierra son más importantes
para mantener la estabilidad del planeta tal como lo conocemos”, y a determinar
qué se debe hacer “para mantener condiciones similares a las del Holoceno”, el
breve periodo geológico interglacial que posibilitó el desarrollo de la
civilización humana. Esto llevó al concepto clave de “límites planetarios”, niveles
de perturbación humana del sistema terrestre, más allá de los cuales el
funcionamiento de este puede verse sustancialmente alterado.
El proyecto fue iniciado por
el Centro de Resiliencia de Estocolmo y dirigido por el científico ambiental
Johan Rockström. Entre sus colaboradores se encuentran Paul Crutzen, Will
Steffen, el exdirector del Instituto Goddard de la NASA James Hansen, la
oceanógrafa Katherine Richardson, y una veintena más de científicos. Su primera
presentación fue en 2009, con “A safe operating space for humanity”, que contó
con una reactualización en 2015 titulada “Planetary boundaries: Guiding human
development on a changing planet”.
Los límites planetarios son nueve, cuyos procesos están estrechamente vinculados entre sí:
- Cambio climático. La
concentración de dióxido de carbono (CO2) atmosférico es la más alta desde el
Plioceno (cuando surgió el Austrolopitecus), alcanzando las 407,8 partes por
millón en 2018. Aquí el límite planetario está puesto en las 350 ppm.
- Cambios en la integridad de la
biosfera (antes “tasa de pérdida de biodiversidad”). Las especies se están
extinguiendo a un ritmo aproximadamente mil veces mayor que en tiempos
preindustriales y ya se está hablando de que hemos ingresado en una sexta
extinción masiva de especies (como la que puso fin a los dinosaurios en el
Cretácico-Terciario).
- Flujos biogeoquímicos (antes
“ciclos del nitrógeno y el fósforo”). Los fertilizantes que contienen nitrógeno
y fósforo se usan ampliamente en la agricultura moderna. El 50 % del nitrógeno
termina en lagos, ríos y océanos, donde puede provocar cambios abruptos en el
ecosistema, como la tristemente conocida “zona muerta” en el Golfo de México.
- Agotamiento del ozono
estratosférico. Productos químicos basados en los CFC ampliamente utilizados
destruyen el ozono que bloquea la radiación ultravioleta. La variable de
control es la concentración de ozono (O3) en unidades Dobson (DU) y el límite
ha sido establecido en 275 DU.
- Acidificación oceánica. Está
íntimamente relacionada con la variable de control del cambio climático, el
CO2. Este gas se disuelve en el mar, por lo que su agua se vuelve mucho más
ácida. Esto afecta la supervivencia de corales, moluscos y plancton, lo que
lleva al colapso de las redes alimenticias y una reducción drástica de la
fauna.
- Uso de agua dulce. Las
extracciones significativas para usos agrícolas e industriales están agotando
los principales acuíferos, mientras que el derretimiento de los glaciares está
eliminando la fuente de agua de muchos ríos. El uso mundial actual de agua
asciende a unos 2.600 kilómetros cúbicos al año, un nivel menor al límite
global de 4.000 km3/año, pero en muchas zonas las extracciones son superiores a
los límites regionales.
- Cambio del sistema de tierras
(antes “cambio del uso del suelo”). Alrededor del 42 % de la tierra sin hielo
se usa para agricultura: esa tierra sostenía el 70 % de las praderas del mundo,
el 50 % de las sabanas y el 45 % de los bosques templados caducifolios. La
pérdida de esta tierra reduce la biodiversidad y tiene efectos negativos en el
clima y en los sistemas de agua.
- Carga de aerosoles
atmosféricos. La mayor parte de la “contaminación del aire” consiste en
partículas microscópicas y gotas llamadas aerosoles, con efectos graves y
conocidos en la salud humana, que han llevado a alrededor de 7,2 millones de
muertes por año. También afectan el funcionamiento del sistema terrestre.
- Introducción de entidades novedosas (antes “contaminación química”). Hoy se utilizan comercialmente más de 100.000 productos químicos, nanomateriales y polímeros plásticos. Se sabe muy poco sobre los efectos individuales o combinados de estos productos en la salud humana o del ecosistema. Este límite incluye organismos genéticamente modificados (OGM) y materiales radiactivos.