El parque nacional Divjaka-Karavasta, que acoge uno de los humedales protegidos más grandes de la ruta migratoria europea de aves acuáticas, está sufriendo las consecuencias del calentamiento climático, la intervención humana y la pesca descontrolada.
Una gran biodiversidad
Situado en la costa suroccidental del mar Adriático, este vasto territorio de 222 kilómetros cuadrados y de una gran biodiversidad, con lagunas, ríos, pinares, colinas y dunas, es el hogar de 260 especies de aves como los raros pelícanos dálmatas, flamencos, cormoranes, garzas, gansos y golondrinas de mar.
"Las aves migratorias vienen ya muy tarde o en cantidades menores porque las temperaturas en invierno en los países donde se reproducen como Alemania, Suecia y Rusia son aceptables para ellas y así no necesitan desplazarse", explica Ardian Koçi, director del parque.
Las consecuencias del cambio climático son más visibles en los fenómenos atmosféricos, según aseguran los empleados de la agencia nacional de las zonas protegidas que cuidan el parque.
el impacto de los seres humanos
Estos daños provocados por los fenómenos naturales se suman a los de seres humanos.
La bonificación en los años 1950-1970 para ganar tierras de
cultivo, la construcción de diques para evitar el desbordamiento de los ríos Shkumbin
y Seman y de unas 7 a 8 presas que acumulan las aguas dulces de los ríos en las
colinas de Divjaka han impedido que se renueve y refresque el agua de la laguna
con agua dulce.
La única agua que entra es del mar que también encuentra
dificultades para penetrar ya que los tres canales comunicadores casi están
bloqueados por los aluviones de los ríos.
En verano el agua en los humedales es más salada que la del mar por la alta evaporación, lo que eleva los niveles de dióxido de carbono causando la muerte de organismos, lamenta Koçi.
un gran aeropuerto y la pesca descontrolada
Además, el ecosistema del parque está seriamente amenazado
por la construcción del mayor aeropuerto internacional cerca de otra área
protegida Vjose-Narte, al sur de Karavasta, por un consorcio suizo-turco que
invertirá unos 100 millones de euros.
A esto se suma la pesca descontrolada que reduce la cantidad de peces en la laguna que deben lidiar con las redes de unos 300 pescadores y hace unos años con los devoradores cangrejos azules, una especie invasora proveniente del continente americano. (EFE)