Transformando la Basura en Tesoros: La Historia de una Arquitecta en el Norte de Argentina
En el norte de Argentina, en las majestuosas regiones de la Quebrada y las yungas, un fenómeno sorprendente se presenta a lo largo de las rutas: el plástico, a primera vista, podría pasar desapercibido como flores en el paisaje. Sin embargo, para quienes están conscientes de la importancia del hábitat, esto no es más que una ilusión. En realidad, representa una montaña de basura que se dispersa por el territorio, contaminando y afectando tanto a la vida humana como a la vida animal.
El proyecto que está llevando a cabo esta arquitecta del norte argentino tiene como objetivo principal comunicar la urgente necesidad de aprender a gestionar los residuos de una manera coherente con el entorno que habitamos. El problema radica en el material en sí; el hecho de que sea desechable es un error de diseño que debemos abordar. Esta frase resuena en su mente, pues el problema no es el material en sí, sino cómo lo utilizamos. No valoramos suficientemente los objetos que tenemos en nuestras manos, como las bolsas de plástico, que a menudo consideramos aptas solo para un solo uso. Sin embargo, este camino nos llevará a una sobrecarga de objetos, más allá de las bolsas.
Paz Corominas es arquitecta de formación y anteriormente se dedicaba a la construcción de casas. Pero cuando entendió esta problemática, cambió de rumbo y comenzó un proyecto en un centro cultural donde aprendió a utilizar residuos como recurso, en lugar de comprar nuevos materiales. Descubrió que gran parte de estos residuos, cuando se descartan de manera organizada, son como nuevos y pueden tener una segunda vida útil con la misma calidad.
En punto de inflexión y el emprendimiento propio
El punto de inflexión fue cuando se convirtió en madre y empezó a utilizar pañales desechables, una experiencia que no recomienda. Fue entonces cuando descubrió el potencial de las bolsas de plástico. Al abrir una bolsa, se dio cuenta de que tenía una especie de tela. A partir de ahí, comenzó a explorar las posibilidades del material y descubrió la técnica de la termofusión, centrando sus esfuerzos en el reciclaje de bolsas de plástico post consumo. Luego creo FANPLÁSTICO, un emprendimiento donde vuelca toda su creatividad diseñando bolsos, riñoneras, materos, entre otros.
A medida que se sumergía en esta nueva pasión, se dio cuenta de la generosidad y apertura de otras personas que también se dedicaban a la termofusión. Encontró un grupo de individuos comprometidos y solidarios que estaban dispuestos a compartir su conocimiento.
Entendió que todos estaban unidos por una causa común y que, desde su pequeño emprendimiento, podía contribuir a fortalecer a la sociedad, convirtiendo la recolección de residuos en un recurso económico, generando un impacto social al involucrar a la comunidad y promoviendo la educación ambiental para lograr un impacto ambiental positivo.
En resumen, esta apasionada arquitecta del norte de Argentina está liderando un movimiento para transformar la basura en tesoros y promover un cambio positivo en su comunidad y en el mundo.
