Climatización pasiva, cómo ser eficientes.

Climatización pasiva, cómo ser eficientes.

07/18/2014 0

El diseño pasivo de una edificación supone incorporar soluciones arquitectónicas y constructivas adecuadas al clima y al ecosistema de la zona donde se implanta el edificio para poder conseguir confort interior, por medio del sol, reduciendo al máximo las aportaciones energéticas que supongan un consumo extra. El resultado es una vivienda confortable, durante todos los días del año, y que permite un consumo mínimo de energía.

Una buena “climatización pasiva” ayuda a gestionar con eficiencia la temperatura interior del hogar. Así, el consumo de energía necesario para conseguir un ambiente agradable se reduce al mínimo. Los elementos responsables de esta climatización tienen como objetivo mejorar el comportamiento térmico de las edificaciones. Influyen sobre la temperatura, aprovechan la radiación, minimizan el movimiento del aire, logrando un mayor bienestar.

Pero, para empezar, hay que detectar los “puntos débiles” en cuanto a aislaciones; sellar fugas de aire en puertas y ventanas se hace imprescindible. El uso de estas técnicas no significa renunciar al suministro de energía, aunque adoptar pautas de consumo razonables es fácil si éstas se apoyan en un conjunto de factores basados en el diseño bioclimático, en el cual adquiere especial relevancia el acondicionamiento pasivo. La climatización pasiva se basa en conceptos básicos de la Termodinámica, cuyas leyes explican el modo natural de fluir del calor. Potenciar los sistemas pasivos, en definitiva, supone caminar hacia una climatización menos artificial.

Parámetros de diseño pasivo influyen en el comportamiento térmico:

Microclima y orientación: Teniendo en cuenta la climatología local, se puede construir una casa orientándola de forma que reciba la mayor cantidad de radiación solar anual, evitando sombras en invierno y protegiéndola del exceso de radiación en verano. También se pueden utilizar técnicas basadas en recubrimientos vegetales.

Uso del entorno: La utilización de elementos naturales como árboles y plantas puede resultar útil para crear zonas de refrescamiento en verano y un escudo de protección del viento en invierno.

Forma y volumen: La forma de la edificación determinan la cantidad de superficie expuesta a la radiación solar, ajustando ésta a las necesidades deseadas. Cada una de las tipologías arquitectónicas, tanto edificio aislado o como entre medianeras, en altura como extensivo, tiene una superficie de exposición de fachadas y un comportamiento térmico diferente. La forma de edificio tiene que ser el resultado de considerar las variables de clima (altitud relativa, latitud, pendiente, vientos dominantes, radiación solar en verano y en invierno) y de microclima (vegetación y agua, dimensiones de las calles, edificios colindantes).

El volumen es un indicador de la cantidad de energía almacenada dentro del edificio. La relación entre superficie y volumen del edificio es el factor de forma, muy útil porque da una primera valoración de la sensibilidad de las condiciones interiores a variaciones de las condiciones exteriores.

Aberturas y protecciones solares, iluminación natural: Las ventanas tienen un papel muy importante en el funcionamiento térmico y en el confort lumínico de los edificios. Son elementos de captación solar directa, de ventilación natural, y de entrada de luz natural, elementos vitales para la buena salud de las personas; dejan pasar el calor muy fácilmente y tienen pérdidas más importantes que la parte opaca de la piel exterior. Son una discontinuidad, un puente térmico importante y por lo tanto la superficie, forma, situación (que dependerá del clima y del uso del edificio) y coeficiente global de transmisión de calor (vidrio y marco) se deben controlar.

Ventilacion natural: El viento es un parámetro de clima importante a la hora de cuantificar los consumos energéticos del edificio, debido a la capacidad de infiltrarse hacia el interior por las aperturas o de enfriar las superficies exteriores de la piel del edificio. En este sentido, a medida que aumenta la densidad edificatoria, disminuye el efecto del viento.

El viento tiene los beneficios de la ventilación natural, disminuyendo la sensación de calor debido al efecto de evaporación sobre la piel y por lo tanto es adecuado en climas cálidos y húmedos. La ventilación se favorece en el supuesto de que se produzca una corriente de aire entre diferentes ventanas de la vivienda, situadas en fachadas encontradas o en fachada y patios interiores y comunicados entre ellas (la solución preferible es con orientaciones norte y sur).

La distribución interior y las carpinterías de los edificios y de las viviendas deben permitir la circulación de los flujos de aire entre las diferentes salas.

Alejandra Gonçalves Mendes
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